A lo largo de la historia, en la música académica, los compositores fueron lasfiguras a respetar. Pero en el campo de la música popular, incluido el tango, la realidad es otra: los héroes son los intérpretes que le imprimen a las obras una huella intransferible.
De estos rasgos compositivos en el tango de entre 1920 y 1935 se ocupa el crítico, musicólogo y docente Pablo Kohan en “El ADN del tango, Estudios sobre los Estilos Compositivos (1920-1935)”, editado por Gourmet Musical. De un modo accesible y claro, el autor analiza los estilos de figuras claves como Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Juan Carlos Cobián, Enrique Delfino, Anselmo Aieta, Pedro Maffia y Raúl de los Hoyos.
—¿Cómo surgió la posibilidad de reeditar "Estudios sobre los estilos compositivos del tango (1920-1935)"?
—El libro se agotó hace algún tiempo y pensamos, junto al editor, Leandro Donozo, que sería bueno volver a ofrecerlo porque no hay ningún otro texto que aborde el estudio sobre los estilos compositivos del tango como su tema de estudio. Pensé en agregarle otro capítulo sobre algún otro compositor para ampliar el panorama de la composición del tango en esos tres lustros pero, ciertamente, puestos en comparación, ningún otro me pareció que tenía la trascendencia compositiva de esos cuatro músicos capitales. Por diferentes motivos, Juan Carlos Cobián, Enrique Delfino, Enrique Santos Discépolo y Carlos Gardel, cada uno con sus especificidades, pueden ser considerados los más originales y singulares. En cada uno de los capítulos explico las razones y desgloso las peculiaridades de sus estilos compositivos. Dentro del panorama general de aquellos años hay otros grandes compositores que también son nombrados y tomados en cuenta aunque en espacios de menor extensión. Por otra parte, la defección de la edición de la “Antología del tango rioplatense, vol.2”, un texto amplio que desde hace décadas está pendiente por parte del Instituto Nacional de Musicología, nos hizo darnos cuenta de la singularidad del libro. Y, por la especificidad de su temática, no tiene ningún sucedáneo que pueda oficiar de reemplazo.
Kohan egresó con medalla de oro del Conservatorio Nacional de Música, estudió composición con Jacobo Ficher y obtuvo su Maestría en Musicología en la Universidad de Tel Aviv. Es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y autor de numerosos artículos publicados en revistas de musicología y en diccionarios y enciclopedias internacionales. Produce y conduce el programa radial “Según pasan los temas” desde 1989 y ejerce el periodismo y la crítica en La Nación desde 1996. Además, desde 2008 es director de Radio Nacional Clásica. Probablemente, ese recorrido en la formación y su trayectoria son los que permitieron configurar un libro que es útil para músicos y especialistas, pero también para el lector aficionado e interesado en el tango.
El capítulo inicial del libro es fundamental como anticipación a los cuatro apartados dedicados a Cobián, Delfino, Discépolo y Gardel. Ahí el autor desarrolla una mirada general sobre las variantes del tango entre 1920 y1935 y una aproximación general sobre los estilos compositivos en aquel tiempo.
—En el prólogo que incorporaste a la segunda edición explicás el por qué del ligero cambio en el título y la incorporación de la palabra ADN. Y sostenés que la razón de ese ADN está en la composición. ¿Por qué te parece importante sostener esa hipótesis?
—Es una elección que pone el acento en la composición como el factor determinante en la configuración de la identidad de un género de música popular. En los ámbitos académicos y, en general, dentro de los amantes de un género de la música popular, se toma en cuenta al intérprete como al músico que, desde su impronta, le pone los componentes identitarios del género. En este libro se propone otra aproximación defendiendo la hipótesis que es la composición la que más incidencia tiene en la determinación de esa identidad. Para defender esta postura, nos decidimos, con Leandro, a jugárnosla por este título que, por supuesto, es provocador y que, además, mueve a la discusión y al interés. Y en cuanto a por qué me parece importante, también juega el hecho de poner el acento en los aspectos musicales, tan olvidados por todos los que entran en el mundo del tango, desde múltiples ángulos y proveniencias y se extienden en la danza, en las significaciones culturales generales, en los textos, en la poética, en el tango en el cine, etc. Soy musicólogo y entiendo que, dentro de la multiplicidad de componentes que se reúnen en la configuración de una creación de la Música Popular Urbana, como el tango, lo esencial y determinante es la música. No se trata de desvalorizar la incidencia y la especificidad irremplazable de todos y cada uno de esos elementos en la configuración amplia y comprensiva del género pero, insisto, el ADN, la clave genética está en la música y, más estrictamente, en la composición, el puntapié inicial del proceso creativo.
-¿Hubo mutaciones en "el ADN del tango" en los últimos años?
—La pregunta la debería contestar alguien que esté más atento que yo a lo que sucede actualmente en el campo del tango. Enfrascado (o chupado) por mi trabajo en la radio, en La Nación y en la universidad no estoy al tanto de lo que está pasando con el tango. Pero seguro que hay mutaciones, cambios, evoluciones y transformaciones. El ADN no es ni rígido ni inamovible, es una clave o llave en la determinación de una “herencia” pero por supuesto que, como se trata de procesos culturales, hay todo tipo de modificaciones y mutaciones.
—¿Qué elementos puede aportarle un libro escrito por un musicólogo al escucha más aficionado del tango?
—La idea es aportarle conocimientos y miradas que le ayuden a entender la historia del género desde otro punto de vista y he tenido toda la intención de escribirlo de tal modo que sea lo más apto posible para quienes no vienen desde el mundo de la práctica o la teoría de la música. En este sentido, no se sencillo tratar de explicar con un lenguaje accesible qué son progresiones armónicas o diseños melódicos así como determinar cuáles los procedimientos compositivos que aplican los creadores para generar tensiones o para imprimir una huella personal. A lo sumo, cada uno podrá alcanzar a comprender ideas generales ya que las propuestas iniciales y las conclusiones sí están pensadas para todo público. Además, hay ejemplos musicales, con pentagramas, que los vi como imprescindibles para aclarar todos esos asuntos pero que, pensando en todos los interesados, tienen su correlato sonoro porque me tomé el trabajo de tocar en el piano todos esos ejemplos. Que el libro se haya agotado significa que la intención de comunicar conocimientos o investigaciones para públicos más amplios pareció tener “éxito”. El objetivo es tratar de comunicar los resultados de una investigación musicológica a públicos no académicos. En algún párrafo del libro yo doy a entender, expresamente, que para la Musicología impoluta y académica mis modos de expresar los resultados de mis investigaciones pueden resultar poco venturosos si no francamente inoportunos. La idea es que todo aquel interesado en el tango o en la cultura popular pueda tener la oportunidad de acceder a otra mirada que complemente las que fueron escritas por otros investigadores, músicos, periodistas, melómanos o aficionados de apasionamientos más que respetables.